miércoles, 16 de enero de 2008

Prelude to...

Despertó. Sus ojos escrutaron el horizonte. La luna se mostraba lúgubremente en el cielo, ya iluminado por un prematuro y tenue Sol. Observó en donde se encontraba. Yacía él en la orilla de un camino, bajo el verde follaje de un árbol, en el cual se apoyaban su espada y armadura. Los restos de una fogata perfumaban el ambiente mientras decoraban el aire con intrincados diseños hechos por el humo. Un libro descansaba al costado de su rodilla. Vio la portada: Demián, de Hesse. Recordó que lo había acompañado durante todo el viaje, el cual parecía ya una vida completa, pero que sin embargo, no podía pasar del capitulo V, ya que siempre que lo terminaba sentía que algo no había comprendido, por lo que se obligaba a empezar el libro de nuevo. Se sentía prisionero de aquel libro, pero sin embargo, no podía evitar el goce al leerlo una y otra vez, siempre con el mismo resultado. Esta vez, en cambio, optó por arrojarlo lejos, no podía vivir en aquel capitulo por la eternidad, pensó, mas se dio cuenta de que lo correcto seria dar vuelta la pagina hacia el siguiente capitulo, y no retroceder. Los cabos sueltos se atarán después, se dijo para si mismo.

Mas no podía olvidar a aquel libro al lado del camino, después de todo, el había sido su único y verdadero compañero a lo largo de su viaje, compartían las experiencias y desgracias, alegrías y tropezones, era una parte mas de él. Renegarlo habría sido como renegar una parte suya. Pensado esto, el caballero se levantó de su reposo, y avanzó hacia donde había caído el libro, luego de recogerlo, se incorporó, y observó el paisaje detenidamente. Las montañas, azules, se alzaban a lo lejos, más allá del bosque en donde tendría que adentrarse en unos días, un lago podía verse a la distancia, seguido de una vertiente de un río, traído por las colinas que se erigían hacia el norte.

Volteó la vista, hacia el camino que había recorrido ya, y las vio. Vio aquellas horribles, pero maternales Puertas, que tanto había querido cruzar, pero que tanto le había costado. Se lazaban, orgullosas aún, firmes en su sitio, esperando a mas viajeros que intentaran cruzar para seguir su camino. El caballero no se asustó, puesto que tenia la suposición de que nadie mas estaba haciendo este viaje, lo que al menos le dio un poco de seguridad. Con esta imagen, el joven empezó a recordar los sucesos de la noche anterior….